Había una vez una princesa que se llamaba Alejandra. Era un poco rara pues le gustaba ponerse solamente ropa de color rosa.
Cerca de donde vivía la princesa había un toro llamado Fernando. Era un toro muy malo , pero la princesa sabía que en él había algo bueno.
Una mañana la princesa Alejandra fue a pasear por el campo donde vivía Fernando, entonces el toro salió disparado y la quería cornear. La princesa se subió a lo más alto del castillo que había allí cerca. Pero el castillo era de un ogro grande que se comía a las niñas y a los toros.
Fernando entró en el castillo del ogro persiguiendo a la princesa. De pronto cuando estaba a punto de cogerla, el ogro apareció. Su boca era grande, con los dientes afilados y solo tenía un ojo. El toro Fernando se intentó defender atacando con su cuernos al ogro y la princesa le agarró por el pelo. El ogro con un puñetazo los dejó medio atontados y cuando estaba apunto de comérselos. Apareció un principe que era tan fuerte que consiguió que el ogro soltara a la princesa y al toro. El ogro se dio cuenta de lo malvado que era y decidió comer frutas y verduras a partir de ese día. Fernando el toro, le cogió cariño a la princesa Alejandra y acompañaba a pasear al príncipe y a la princesa por el campo. Algunos días el ogro venía para acompañarlos y ayudarle a subirse a los árboles.
Y colorín , colorado este cuento se ha acabado con todos muy amigos y ninguno resfriado.
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